Saturday, October 3, 2009

El embargo ¿Ayuda o condena para el pueblo cubano?

En estos días se ha recrudecido la campaña mediática que pretende allanar el camino para el levantamiento del embargo comercial a Cuba. Con el pretexto del libre intercambio, proliferan los informes, reportes, encuestas y recomendaciones a la administración del presidente Obama que abogan continuamente por la normalización de las relaciones con el régimen de Castro II.
Pero pensemos despacio ¿a quién beneficia y a quién perjudica el levantamiento del embargo?

¿Beneficia la libertad de Cuba? No. Tampoco se impuso con ese objetivo. El embargo fue la respuesta a la confiscación, sin indemnización previa, de las propiedades norteamericanas en Cuba. Pero Castro I comprendió su utilidad como arma política y desde el primer momento lo enarboló como bandera contra el “imperialismo” mientras hacía todo lo posible por detener cualquier iniciativa para su eliminación. Después de todo, el sustancial subsidio soviético y el comercio con infinidad de países minimizaban sus daños. Pero lo necesitaba como justificación, ante amigos y enemigos, del fracaso de su proyecto económico. Y desde entonces todos hemos bailado al son de esa música afirmando una y otra vez que las sanciones comerciales son la vía a la democracia.


¿Alivia las necesidades del pueblo cubano? Tampoco. Según la empresa castrista Alimport, la isla importó productos desde Estados Unidos por más de 4,400 millones de dólares en los últimos ocho años. Principalmente alimentos y medicinas pero también pie de crías ganaderas, papel, madera... ¿Qué culpa tiene el embargo de que el país que una vez fue la azucarera del mundo hoy compre azúcar en el extranjero? ¿O que necesite importar el maíz que cultivaban los siboneyes antes de la llegada de Colón? ¿O de que importe el 80% de los alimentos que consume? ¿Qué culpa tiene el embargo de que más del 60% de la tierra cultivable esté abandonada y cubierta de marabú?

¿Ayuda al régimen de La Habana? Si, definitivamente. Castro II -tan asesino como el anterior aunque sin ínfulas mesiánicas- es un vulgar matón de barrio con uniforme de general por más que lo políticamente correcto sea llamarle “pragmático”. Sabe que le dejaron un país en bancarrota, una papa caliente en las manos que no sabe como manejar. Por eso está coqueteando a ver si le quitan el embargo y puede acceder a los créditos financieros norteamericanos que necesita desesperadamente para mantenerse en el poder. Y de paso ¿por qué no? al dinerito extra de una cuenta congelada al gobierno cubano desde los primeros años de la revolución. Lo que queda, porque esos fondos, patrimonio del pueblo cubano, han sido otorgados liberalmente por las cortes norteamericanas a todo el que ha querido darle un picotazo.

¿Conviene a los productores norteamericanos? También. La exigencia del Congreso estadounidense de recibir los pagos de las compras en efectivo convierte el mercado cubano en una de los más seguros del mundo para el comercio. Y es improbable que los legisladores restrinjan las ventas de productos agrícolas a la isla que rápidamente se ha convertido en un excelente cliente de trigo, maíz, soja, arroz y pollos estadounidenses.


Ese mercado virgen y seguro para las compañías americanas era el que buscaba la administración del presidente Bush con las medidas que restringían las remesas y viajes a Cuba dirigidas a asfixiar la población y provocar una explosión social mientras los productores norteamericanos afianzaban sus operaciones en el país. Ante un eventual cambio político ya estarían lo suficientemente establecidos en el territorio nacional para ahogar el futuro económico de nuestros compatriotas.

Ahí está la esencia de esta larga y estéril discusión sobre el embargo que gira alrededor del chantaje emocional a los cubanos de aquí y de allá. Burda manipulación de los grandes intereses que mantiene a la oposición interna y externa en un confuso letargo, sin dar señales de entender la situación. El gran perdedor con el levantamiento del embargo va a ser, sin dudas, el pueblo cubano que en la isla apenas dispone de escasos artículos personales. La economía cubana quedará en manos extranjeras o de cubanos del exilio con suficientes recursos para identificar las oportunidades de negocio, financiarlos y explotarlos. ¿Puede algún cubano de la isla abrigar esperanzas de participar realmente en un sistema de libre empresa? ¿Con qué recursos? Una pequeña cafetería del post castrismo difícilmente podrá competir con una cadena de Mc Donalds. Y el sueño de un país próspero con una clase media fuerte que la soporte económicamente quedará reducido a una fuente de mano de obra barata, muy barata, cuando se produzca el cambio.

El embargo es un instrumento económico, no político, de los intereses comerciales que ignoran por completo los anhelos del cubano. Y ya los poderosos actores del drama nacional están comenzando a crear un clima de aparente normalidad social con cambios puramente cosméticos que pueden llegar hasta unas elecciones que, por supuesto, ganarán con amplio margen pero que demostrarán con hechos que se está transitando hacia la democracia. Y el presidente Obama, un personaje tan deportivo que se va a Dinamarca a discutir la sede de las olimpiadas en medio de dos guerras donde mueren sus soldados, una crisis económica que ha dejado 15 millones de desempleados, una amenaza permanente de terrorismo y una América Latina a punto de estallar en el conflicto hondureño, también estará dispuesto a ceder y ¿por qué no? a pedir perdón y solicitar ante el legislativo cambios drásticos en la política hacia Cuba para abrir la bolsa generosamente. Ya ha comenzado a dar algunos pasos suavizando las sanciones, enviando a una subsecretaria de Estado para conversar, invitando a “intelectuales” oficialistas a una recepción en su oficina de intereses en la Habana con exclusión de los opositores y hasta comentando el concierto de Juanes en La Habana. Sin comentarios.

Posiblemente si se levanta el embargo y Cuba tiene acceso a nuevos créditos, quien va a pagar es el contribuyente norteamericano. La dictadura cubana jamás ha satisfecho una deuda y esos granjeros tan ansiosos por colocar sus productos en el mercado cubano en realidad son subsidiados por el gobierno que tendrá que compensar sus pérdidas si Castro II no paga. Pero esa es una decisión del gobierno soberano de los Estados Unidos. Al pueblo cubano corresponde exigir que el levantamiento del embargo vaya acompañado por la derogación de una legislación que le impide cualquier actividad comercial individual y la promulgación de otra que garantice el derecho elemental al fruto de su trabajo independiente.

Si queremos de verdad una Cuba libre y un pueblo próspero debemos exigir como premisa la libertad económica que permita al cubano de a pie negociar, importar, producir y vender en buena lid, de pueblo a pueblo, con las mismas oportunidades de la inversión extranjera. Y entonces, independizado el individuo del estado, se abrirá el camino a la estabilidad política de un sistema democrático. Lo demás es pura demagogia hipócrita.



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