Monday, September 21, 2009

De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno

Finalmente, Juanes y otros artistas cantaron en la Habana. Respeto su derecho a cantar donde mejor les plazca y no dudo de sus buenas intenciones al costear los gastos de la producción (alrededor de trescientos mil dólares). Una excelente inversión pues a partir de ahora, tras cantar en La Habana, los satélites del Alba le abrirán sus puertas. La continua exposición en la media internacional durante los últimos dos meses les hubiera costado una fortuna y, no lo olvidemos, aquí lo que cuenta es el cash.

Pero el concierto me dejó un mal sabor en la boca. Es muy bueno que la Plaza de la Revolución se llenara de música durante cinco horas sin que se escucharan vivas al socialismo o a la revolución. ¿Acaso se está debilitando el régimen? Quizás, pero de forma muy bien controlada por la seguridad del estado y con excelentes dividendos. La cantidad de visitantes extranjeros en la Habana superó con creces las expectativas de una industria turística que languidece, aportando a la economía algunos millares de los tan ansiados dólares sin grandes costos políticos.

La señal abierta del satélite confirmó la presencia de más de un millón de cubanos, un pueblo feliz que canta, ríe… No importa si estaban allí cumpliendo una tarea del Partido o la UJC. No importa si eran militares vestidos de civil o integrantes de las brigadas de respuesta rápida listos para reprimir. Estaban allí, y una imagen vale más que mil palabras. Los tímidos murmullos de Cuba libre pronunciados al final del espectáculo, las referencias a Miami y el exilio –tantas décadas prohibidas- también sirvieron para confirmar que el régimen está cambiando, abriéndose al mundo y la democracia . Lástima que la señal no captó la detención de los opositores que quisieron participar o las advertencias policiales a todo sospechoso de desafecto para que no saliera de su casa ese día. ¿Y quién se va a acordar de las decenas de periodistas independientes que cumplen largas condenas por expresar sus opiniones?

Mientras tanto, en Miami, un grupo de exiliados pasaba una aplanadora sobre los discos de Juanes y sus acompañantes en protesta por el concierto. Están en su derecho y no dudo de sus buenas intenciones. Pero el mensaje, para la isla y para el mundo, de este excelente ejercicio de intolerancia democrática sólo favorece a la dictadura: Miami está lleno de trogloditas que odian al pueblo cubano y protestan al más puro estilo fascista ante un concierto dirigido a la paz, la reconciliación y la apertura. Ahora, el régimen de la Habana puede exhibir, orgulloso, la imagen intolerante y retrógrada de sus opositores. De nuevo, una imagen vale más que mil palabras. ¿Vale la pena hacer trabajo voluntario para la tiranía castrista?

Pese a la multitud que emocionó a Bosé hasta las lágrimas – posiblemente nunca soñó cantar ante tamaña audiencia- el concierto con sus canciones de los años setenta me decepcionó. Ni Dani Rivera con su Madrigal ni Silvio Rodríguez con su Ojalá ofrecieron nada nuevo. Y mucho menos Amaury Pérez o Juán Formell para no mencionar a otros que, definitivamente, dejaron guardada la voz en casa. Pero sobre todo, me decepcionó por los grandes ausentes, los artistas nacidos en la isla, residentes tanto en Cuba como en el extranjero, a quienes se les niega el derecho a cantar para su pueblo. ¿Cómo pueden prestarse, en nombre de la paz y el amor, a cantar en un escenario prohibido para los artistas nacionales? ¿Cómo cantar al amor y la reconciliación mientras se acepta el apartheid artístico impuesto por el régimen?

Desde mi punto de vista, usar un pueblo fatigado, hambreado y brutalmente reprimido como instrumento de promoción comercial, invocando reconciliación y paz es, cuando menos, hipocresía; mostrar esta cara amable de un régimen que se reserva el derecho de encarcelar a quienes disienten de su política, es cinismo; permitir a los censores que decidan cuales canciones pueden o no ser cantadas, es servilismo. Por eso, para mi, la gran ausente de la Plaza de la Revolución esta tarde de domingo fue la Dignidad humana.

Y como desagrqavio, sugiero un nuevo concierto, que podría llamarse “Regreso a Casa” donde junto a Los Aldeanos y Pedro Luís Ferrer, reducidos al ostracismo por sus canciones contestatarias puedan cantar Willy Chirino, Gloria Estefan, Olga Guillot… Pero claro, para eso primero necesitamos una Cuba libre donde mis compatriotas no necesiten permiso para entrar al país o viajar entre las diferentes provincias; donde ningún funcionario decida lo que puedes o no decir en el escenario; donde la bandera cubana pueda ondear, orgullosa, sobre el escenario sin que inmediatamente sea retirada por un eficiente “seguroso”.

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